Algunos diréis que la noticia de la muerte de Steve Jobs poco o nada tiene que ver con el quehacer diario de un grupo de música. Pero curiosamente, este hombre (seguro que ya lo sabéis), trasciende las fronteras de su negocio y convierte su vida en un ejemplo (al menos por lo que se conoce) para el resto de las personas de este mundo cruel y vago.
No se trata de hablar de la persona que cambia la forma de percibir y vivir a través de la tecnología. Ni del hombre que impone nuevas reglas en el negocio multimedia ya sea a través de teléfonos, ordenadores, programas, accesorios o directamente, el cine. Fijaos todo lo que hemos dicho y no, no vamos a hablar de eso.
Nosotros nos fijamos en el legado de un hombre que lucha por reconstruirse, por revivir a pesar de las trabas y los sinsabores, por aprovechar cada segundo del día, por vivir una vida propia y seguir los instintos y el corazón.
Como no queremos alargarnos, sólo una cosa más (como él solía decir): nosotros seguimos estando algo locos. En caso contrario, sería imposible continuar con ilusión en este difícil mundo del arte. Y sobre todo, seguimos teniendo "hambre". Hambre de enseñar lo que sabemos y podemos hacer.
En eso estamos, en unir los puntos de nuestra vida. En levantarnos cada vez que nos caemos o nos tiran. En volver a llamar cada vez que nos cierran una puerta.
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